viernes, 2 de noviembre de 2007

No es lo mismo


Olvidarte es recordar, cada segundo, que tengo memoria
Caminar sin ti nuestros paseos no es del todo andar
Observar "una estrella" y "una luna" sin ti es solamente mirar
Nuestros recuerdos son los únicos que rompen el silencio
Por las calles y por sus rincones mis ojos, sin tus labios, tienen que renombrar
momentos, espacios que no quiero olvidar
Y olvidarte es saber que por mucho que ya pase sólo quiero recordar
Recordar cada sonrisa, cada beso, cada ilusión
cada sueño que, sin ti, duerme condenado
a despertar
"Dónde sea que hoy estés". A ti. M.

martes, 30 de octubre de 2007

Ha nacido Ian Thorpe



Cuando llegué a la piscina sabía que mi único problema a simple vista era mi ombligo, o su ausencia, y que la gente se quedaría mirando. Por dentro estaba lleno de inseguridades. No sabía, bueno sí lo sabía, a lo que me enfrentaba. Y pensé: Qué coño hago yo metiéndome en estas historias. Pero fui empujándome poco a poco. Salí de casa, cogí el coche, eché gasolina y aparqué después de dar un par de vueltas. Ya estaba en la piscina y no había remedio. En los vestuarios un hombre mayor me hablaba de su operación de reducción de estómago. Pero, yo entretanto pensaba que la gente cuando está en situaciones de pánico reacciona de dos formas: como ese señor, es decir, hablando compulsivamente con desconocidos, o como yo, esto es observando todo lo que hay a mi alrededor, abstraído de los demás sentido y captando con toda mi atención lo que ahí me rodeaba. A la pregunta de ¿sabes nadar? yo no supe que contestar. Uno a veces tiene la mala costumbre no creer en sus posibilidades ni en sí mismo. Así que con mi bañador, la gafas y el gorro ya no tenía otro remedio que, nunca mejor dicho: tirarme a la piscina. Y lo peor de todo es que estaba llena de agua. Y de personas. A mí me asignaron la calle número dos. Cuatro largos, cuatro estilos y arreando. Así que una vez que estaba dentro se me vino a la mente esa idea que hacía tanto tiempo que no aparecía por aquí: Hazlo cómo y lo mejor que sepas. Hice mis cuatro largos, mis cuatro "estilos". Y cuando acabé, la monitora me sentó en un banquito. Allí me cubrí con la toalla, me quité el gorro y las gafas. Me quedé, otra vez, absorto. Miraba la gente que entraba y salía e intentaba escuchar a la monitora hablando con las otras. Me dijo: Ya está. Pasa aquí conmigo. Había llegado el momento de rellenar la cartilla. Y, para mi sorpresa, me soltó un: "Enhorabuena, menos mal que dudabas si sabías nadar o no". Y me colocó en los niveles avanzados, donde ya solamente te dedicas a nadar varias horas al día, a mejorar la resistencia y perfeccionar el estilo. Y yo estoy tan contento, porque me enfrenté a uno de mis miedos más secretos y ahora convertido en un Ian Thorpe ir a la piscina a nadar se ha convertido en una de las mayores satisfacciones. La vida no deja de sorprenderte y de ponerte cada día retos que pensarías que nunca ibas a superar y que, sin saberlo, se convierten en una ilusión. Preparaos, porque este cuerpecito es un cañón.

lunes, 29 de octubre de 2007

Un orden caótico


Hay veces que de la noche a la mañana tu vida cambia, que lo que pensabas que era un perfecto orden se convierte y se rebela en un caos, que sólo tú puedes hacer ordenado. Yo he sido especialista siempre en hacer de mi y de mis circunstancias un caos ordenado o más bien un orden caótico. No sé qué es peor. Hay días en que te has perdido en ese caos, te sientes sólo en medio de un gran desierto en el que no sabes qué camino tomar, porque la arena ha borrado el que tomaste el día anterior. No recuerdas quién eras, quién era, de dónde vienes ni por qué estás ahí. En medio de la nada. Pero de repente aparece un rayo de luz, que eres tú. Y entonces "puede ser". Puede ser que alguien te escuche, que no te sientas ya más sólo, que encuentres de nuevo el camino, que la soledad no prolongue tus horas, que tus ganas puedan más, que te dés el tiempo necesario para seguir ese rayo de luz hasta dónde estés tú. Y consigas encontrar la verdad. Tu pasado. Y tu futuro. Consigues encontrar la armonía contigo.

domingo, 28 de octubre de 2007

Una verdad incómoda


Durante varios días estuve pensando qué me iba a regalar por mi cumpleaños. Es una tradición convertida en norma que nunca me salto. Así que en ese ritual cumpleañero, que ya me conocéis, pasé semanas dándole vueltas a eso que a Jony le hizo tanta gracia del "autoregalo". Tenía varias cosas pensadas como la wii, una cámara de fotos digital, un i-pod o unas asics chulísimas que ví en la playa con los colores de la bandera alemana... ¡ah! y una chaqueta de deportes con la bandera cubana, pero al final opté por lo que más necesitaba, lo que me llamaba desde dentro, lo que era inherente a mí, la necesidad de expresarme, de escribir lo que siento y pienso. Y por eso una vez más estoy otra vez aquí. Por qué no seguir con lo que había empezado antes, con las palabras de tantos meses, con tantos posts. Sencillamente porque una etapa se ha quemado. Y hoy y aquí ha empezado otra nueva, que será buena o mala, pero que no será dificíl, sencillamente será nueva. Y todo lo nuevo nos parece a menudo complicado, arduo e imposible, pero con seguridad sé que no es así. De esta manera estreno mis 27 primaveras. Quizás éste sea un año lleno de cosas por pasar, de una página en blanco que pocas veces escribo yo solo de mi puño y letra. Quizás también, como dije ayer, la vida "no entiende de días ni fechas" y las cosas suceden y uno se tiene que adaptar a lo nuevo y empezar a ser lo que tantas veces quiso: Uno mismo. No es fácil ser como uno quiere y es. Muchas veces hasta que maduramos somos como los demás queremos que nos vean, pero a medida que pasan los años, que contamos experiencias, que nos cruzamos con personas que marcan nuestra vida aprendemos a ser nosotros. Aprendemos a ser "una verdad incómoda". Podremos gustar o no, pero seremos nosotros mismos, sin tapujos, sin rarezas, sin complicaciones. De frente. A veces las verdades nos hacen llorar y no entienden tampoco de días ni de celebraciones, pero las verdades nos hacen fuertes. Y hoy empieza una. Las verdades siempre nos tienden un puente de plata para cruzar a la otra orilla, esa orilla que nos hace ser mejores. Nos podremos equivocar pero esos errores asumidos nos harán mejores personas. Y así me siento yo con la fuerza necesaria para saber que por fin ha llegado. No siempre encontraremos respuestas a las preguntas, pero habrá que adaptarse y vivir con la incógnita acerca de por qué ni Kyle ni yo tenemos ombligo.