martes, 30 de octubre de 2007

Ha nacido Ian Thorpe



Cuando llegué a la piscina sabía que mi único problema a simple vista era mi ombligo, o su ausencia, y que la gente se quedaría mirando. Por dentro estaba lleno de inseguridades. No sabía, bueno sí lo sabía, a lo que me enfrentaba. Y pensé: Qué coño hago yo metiéndome en estas historias. Pero fui empujándome poco a poco. Salí de casa, cogí el coche, eché gasolina y aparqué después de dar un par de vueltas. Ya estaba en la piscina y no había remedio. En los vestuarios un hombre mayor me hablaba de su operación de reducción de estómago. Pero, yo entretanto pensaba que la gente cuando está en situaciones de pánico reacciona de dos formas: como ese señor, es decir, hablando compulsivamente con desconocidos, o como yo, esto es observando todo lo que hay a mi alrededor, abstraído de los demás sentido y captando con toda mi atención lo que ahí me rodeaba. A la pregunta de ¿sabes nadar? yo no supe que contestar. Uno a veces tiene la mala costumbre no creer en sus posibilidades ni en sí mismo. Así que con mi bañador, la gafas y el gorro ya no tenía otro remedio que, nunca mejor dicho: tirarme a la piscina. Y lo peor de todo es que estaba llena de agua. Y de personas. A mí me asignaron la calle número dos. Cuatro largos, cuatro estilos y arreando. Así que una vez que estaba dentro se me vino a la mente esa idea que hacía tanto tiempo que no aparecía por aquí: Hazlo cómo y lo mejor que sepas. Hice mis cuatro largos, mis cuatro "estilos". Y cuando acabé, la monitora me sentó en un banquito. Allí me cubrí con la toalla, me quité el gorro y las gafas. Me quedé, otra vez, absorto. Miraba la gente que entraba y salía e intentaba escuchar a la monitora hablando con las otras. Me dijo: Ya está. Pasa aquí conmigo. Había llegado el momento de rellenar la cartilla. Y, para mi sorpresa, me soltó un: "Enhorabuena, menos mal que dudabas si sabías nadar o no". Y me colocó en los niveles avanzados, donde ya solamente te dedicas a nadar varias horas al día, a mejorar la resistencia y perfeccionar el estilo. Y yo estoy tan contento, porque me enfrenté a uno de mis miedos más secretos y ahora convertido en un Ian Thorpe ir a la piscina a nadar se ha convertido en una de las mayores satisfacciones. La vida no deja de sorprenderte y de ponerte cada día retos que pensarías que nunca ibas a superar y que, sin saberlo, se convierten en una ilusión. Preparaos, porque este cuerpecito es un cañón.

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